jueves, 26 de abril de 2007

Estudio a Letter to the Duke of Norfolk (IV)

3. La carta al Duque de Norfolk

La carta se halla en Certain difficulties felt by Anglicans in Catholic teaching, que es una colección de textos donde aborda diversos problemas. Esta larga carta va dirigida al duque de Norfolk, que por su condición de católico era la figura pública de mayor dignidad y respeto del catolicismo inglés entre los anglicanos. En ella pretende dar respuesta a las observaciones realizadas por William Gladstone sobre si la lealtad de los católicos a la corona ha quedado mermada por el dogma de la infabilidad pontificia. Pero como en muchos de sus escritos, la respuesta de Newman va más allá de su interlocutor. Esta extensa carta se convierte en un estudio sobre la correcta interpretación del dogma de la infabilidad pontificia, del papel de la conciencia individual, y del lugar de los católicos en la vida pública de Inglaterra.
La carta se divide en diez apartados. Tras acotar en la introducción las objeciones de Gladstone, procede a hacer un análisis del sentido de infabilidad en la Iglesia antigua y los primeros papas, procede a comentar el sentido de lealtad de los católicos y sus relaciones con las autoridades civiles y con las eclesiásticas. Tras ese punto, diserta sobre la conciencia del individuo, como rectamente formada, es el último tribunal del hombre. Procede a continuación a examinar la encíclica Quanta cura de 1864 y a rebatir las objeciones al respecto de Gladstone, y a señalar el verdadero alcance del Syllabus. Después explica el concilio Vaticano, su postura previa a la proclamación del dogma, y el alcance real de la proclamación del dogma de la infabilidad. Termina resumiendo lo examinado para responder a Gladstone.
Esta carta tuvo una respuesta por parte de Gladstone, a la cual Newman responde, y que suele ser añadida a esta carta como un post-script.
Respecto al tema que nos ocupa en este seminario, es interesante ver como Newman se esfuerza por ahuyentar los fantasmas que Gladstone, como muchos de sus contemporáneos, vieron en la proclamación del dogma de la infabilidad, sobre todo en lo que respectaba al papel de los católicos en la sociedad. Por eso voy a centrar el estudio de esta carta en la defensa de Newman de los principios sentados en Quanta cura y del alcance del dogma de la infabilidad pontificia.

miércoles, 4 de abril de 2007

Estudio a Letter to the Duke of Norfolk (III)

2. Contexto inmediato

La situación por la que atravesaba la Iglesia a lo largo del siglo XIX era una situación de lucha ante un Estado cada vez más consciente de su independencia y de su capacidad de manipular las distintas realidades sociales para conseguir sus propios fines. Y todo esto en el contexto político-social del liberalismo. La Iglesia, cada vez más indefensa en el orden temporal, no puede sino hacer lo único que le va quedando: hablar. Todo el siglo está jalonado por las diversas y numerosas intervenciones del poder pontificio alertando a los fieles cristianos de las distintas realidades tanto en el orden político, filosófico, teológico, moral o científico que amenazaban la fe. Era un esfuerzo defensivo. Este esfuerzo defensivo tiene unos de sus momentos más destacados en el Syllabus, que era una recopilación de las diversas condenas de errores del mundo actual en tiempos de Pío IX.
Tanto el Syllabus como la proclamación de la infabilidad pontificia eran una respuesta a tantos ataques contra la fe, y un modo de fortalecer la unidad interna de la Iglesia. Pero en ese contexto había unas defensas demasiado apasionadas, que por otra parte provocaban en los liberales un rechazo aún mayor. La reacción de Gladstone es comprensible en el contexto de una Inglaterra anglicana y liberal, marcada además por prejuicios anticatólicos históricos. De ahí la gran importancia del esfuerzo de Newman por aclarar con moderación el alcance real de la doctrina católica. La historia ha demostrado que la interpretación de Newman era la adecuada. Será León XIII el que modere la visión exaltada de las interpretaciones ultramontanas. Basándose en los principios tomistas, León XIII formuló su doctrina sobre las re­laciones entre la Iglesia y el Estado, que está vigente hasta nuestros días. Estas intervenciones del Papa mitigarán el descontento y temor que habían provocado la discusión sobre la infabilidad pontificia. También León XIII parte de que el Estado, como institución de dere­cho natural, procede inmediatamente de Dios. «Al igual que la sociedad civil, también su autoridad tiene como origen la naturaleza, y por tanto a Dios mismo. De aquí se sigue que el poder público en cuanto tal sólo puede proceder de Dios» (1mmortale Dei, 1885). La Iglesia y el Estado son socie­dades autónomas, mutuamente independien­tes, con sus propios derechos; ambos son “sociedades perfectas” a las que en sus res­pectivas esferas compete la suprema soberanía. «Dios ha repartido el cuidado del género humano entre dos poderes: el eclesiástico y el estatal. Al uno le compete el cuidado de los intereses divinos, al otro el de los hu­manos. Cada uno es supremo en su orden, cada uno tiene determinados límites, que resultan de la naturaleza y del fin próximo de cada uno de los dos poderes» (1mmortale Dei). Y en Sapientiae christianae (1890) leemos: «Como la Iglesia y el Estado tienen su propia autoridad, ninguna de las dos so­ciedades está sometida a la otra en la direc­ción y el ordenamiento de sus propios asun­tos; esto es naturalmente válido dentro de los límites que le han sido trazados a cada una por su fin próximo». Al igual que la Iglesia reconoce la independencia y autono­mía del Estado en todos los asuntos mera­mente civiles (res mere civiles), así también el Estado debe reconocer la soberanía de la Iglesia en su esfera; «por esto todo lo que es santo en la vida de la humanidad, todo lo que se refiere a la salvación de las almas y al servicio divino, ya sea por su naturaleza ya por su relación con ese fin, está subordinado a la autoridad de la Iglesia y a su juicio. Por el contrario, todo lo que afecta a la esfera civil y política está sometido con pleno derecho a la autoridad estatal» (1m­mortale Dei). Esta postura del Papa podía haber dado una respuesta satisfactoria a Gladstone, pero estas intervenciones pontificias tuvieron lugar después de la controversia del texto que nos ocupa.